CULTURA
28 de febrero de 2021
UN CACHO DE CULTURA

Por: Rubén Stella
Comentarios de algunos compañeros sobre el tema cultura y peronismo, motivan mi interés por acercar algunas reflexiones al respecto.
En principio y como primer acercamiento, creo que en la repercusión de esos breves comentarios está la respuesta al interrogante: dicha repercusión fue virtualmente nula. No motivó por parte de los compañeros que leen los mensajes publicados el menor interés. He ahí una primera respuesta.
Los peronistas nos llenamos la boca expresando un concepto para mí central “el peronismo es un hecho cultural” y al momento de abordar el tema cultural “arrugamos”. Aparece lo económico, lo político, lo social (importantes, por cierto) pero nunca o casi nunca el tema cultural y cuando aparece alguien preocupado por el mismo es sutilmente “descalificado”. (ninguneado me parece mucho, los invito a la reflexión)
Me gustaría -para comenzar- distinguir a qué me refiero cuando hablo de cultura.
En líneas generales cuando nos referimos a “la cultura” inmediatamente pensamos en cuestiones artísticas. Música clásica, pintura, ballet, un poco de literatura y alguna otra manifestación artística apropiada por los sectores dominantes (todo muy chic y elegante). Cuanto más cine. Dejamos en general de lado a los artistas populares (músicos, autores, poetas, actores), al teatro que nos identifica (y ni hablar de considerar artistas a los actores y/o directores que se dedican al teatro)
Retomando con la distinción quiero dejar claro mi modesto criterio sobre la cultura: la cultura es toda construcción realizada por el hombre para adaptarse al medio en que se desarrolla. El único ser cultural de la existencia es el hombre y no porque pueda producir hechos artísticos, que sería en todo caso la sublimación de su devenir cultural, sino por su capacidad de modificar el medio en su beneficio y en beneficio de su colectividad y poder así crecer en conjunto. Por esa misma razón, siempre la cultura está absolutamente relacionada a su paisaje. Cultura es su comida, su vestido, su calzado, sus modos de vincularse, sus costumbres, sus festejos, sus distracciones, sus manifestaciones sociales. Eso es exactamente lo que a mi modesto entender es la cultura y que constituye la absoluta identidad de un ser consigo mismo, con su lenguaje, con sus valores, con su paisaje, con su colectividad.
Es cierto que estos conceptos (sencillos, por cierto, y nada originales) están siendo bombardeados insistentemente y desde hace siglos por los distintos centros coloniales y de poder. De allí el arraigado pensamiento de la existencia de una “cultura universal”. Cuando aceptamos este concepto, inmediatamente aceptamos la cultura difundida desde los grandes centros de dominación de la historia. A nadie se le ocurriría hablar de cultura universal e incluir en ella a la música de senegal o a la literatura finlandesa o al cine árabe, ni siquiera a la producción argentina…
Solo se reconoce como universal a lo producido desde Inglaterra, Rusia, EEUU, Italia, Francia, España y no mucho más. Oh, casualidad, todos países que han sido metrópolis imperiales y han tenido la posibilidad de “universalizar” sus valores y concepciones estéticas. Dejan entrar en este selecto círculo -en teatro y filosofía al menos- a los griegos. Claro, fueron los “inventores” de los principios y estructuras de pensamiento y estética occidental.
Aclarado que no son las artes el hecho cultural, sino que son la sublimación y estilización de los valores culturales, sigamos.
Caramelos surtidos, diría Enrique Santos Discépolo.
Para los peronistas en el gobierno, la cultura es un hecho subsidiario.
Sí, subsidiario.
Me parece estar escuchando a más de un político en gestión diciendo: “a los muchachos de la cultura dale una guitarrita, un escenario y ya está” o “en Cultura poné a mi prima que pinta cuadros” o “llamá a la mujer de fulano que le gusta leer” Tal vez suene feo, pero los invito a que lo reflexionemos un poquito. “Nosotros”, los que hacemos política con mayúscula, tenemos que estar preocupados por los vaivenes de dólar y la intrincada macroeconomía o el devenir de los comodities qué nos vamos a andar preocupando por cómo los habitantes de nuestro país, los compañeros con los que compartimos la bandera y el bondi, nos manejamos en la calle o nos dirigimos a nuestros mayores o a nuestros hijos o a nuestras mujeres. No, esos son temas secundarios. Y no compañeros. En mi humilde opinión esos son los temas centrales. Nada o casi nada cambiará desde el punto vista social, económico, político e histórico si no hacemos una verdadera revolución cultural.
Los que parece que mejor la piensan, siempre la ubican al lado de Educación, entonces tenemos ministerios, secretarias y/o direcciones de Educación y Cultura. Y en el mejor de los casos debería -pienso- ser al revés, Cultura y Educación. Definamos primero qué tipo de sociedad y de hombres y mujeres queremos para esa sociedad (cultura) y generemos la educación necesaria para conseguir esos paradigmas (educación)
Parece que poco hemos aprendido de ese viejo general de la Patria que creó -le dio existencia y entidad de estado en 1948- la Dirección Nacional de Cultura y convocó para poner al frente nada menos que al compañero -sistemáticamente olvidado por la mayoría de los militantes- que fue Cátulo Ovidio Castillo (poeta, músico, dirigente gremial, estudioso, autor teatral, hombre de la noche porteña y declarado peronista perseguido y estigmatizado desde 1955. Autor de uno de los más bellos poemas con música de tango: María. Lo digo porque sé que muchos ni siquiera han escuchado hablar de él)
Solo para dar una respuesta puntual digo, que no siempre los gobiernos peronistas entregaron el área de Cultura al progresismo -como afirma el compañero-, pero es cierto que no nos destacamos por las nominaciones en ese sector.
En lo personal fui designado por el presidente Duhalde para acompañarlo en su trabajo de reconstrucción del 2002 y fui un orgulloso y activo Secretario de Cultura peronista de un gobierno peronista que le puso el pecho al desbarajuste institucional que arrastraba nuestra patria. A pedido de algunos allegados preparé el proyecto cultural para Kirchner presidente y propuse ya en 2003 la creación del Ministerio de Cultura.
Durante esa breve etapa 2002/2003, además de gestionar y lograr devolverle la tan ansiada y luchada autarquía al INCAA (cuyos fondos genuinos y propios habían sido capturados por D. F. Cavallo por la famosa Ley de Emergencia económica, y los daba con cuentagotas), publicamos la Obra Completa del General Perón (con sus trabajos iniciales en el Liceo Militar hasta los últimos discursos como Presidente de la Nación hasta 1974. A nosotros sí nos interesaba difundir la palabra del General). Trabajamos en la recuperación y difusión del pensamiento de Arturo Jauretche. Patrimonializamos alimentos como primer paso a constituirlos en denominación de origen y algunas cositas más, pero no se trata de hablar de la actividad de esos días, solo lo digo porque duele la falta de reconocimiento a una tarea que demandó valentía, esfuerzo y mucha energía para enfrentar a los conocidos de siempre.
Pero claro, después de esos pasos que considero hacia adelante, se ubicó en la SCdeN al nunca bien ponderado Torcuato Di Tella que, con su sempiterno mamarrachismo y superficialidad, hizo retroceder la tarea en varios casilleros.
En fin, entre cierta claridad y cierto enojo -porque convengamos que es verdad, los compañeros peronistas no suelen apoyar los proyectos, los trabajos, los esfuerzos de los artistas peronistas que intentamos respetar lineamientos ideológicos en todo lo que hacemos- traté de aprovechar el pequeño resquicio y decir lo que hace tanto tiempo tengo guardado.
Muchos compañeros artistas peronistas han terminado sus días olvidados, no reconocidos, porque “ellos”, los que están al frente de la difusión y la producción, nos conocen muy bien, nos evitan, no nos quieren, nos ocultan, nos desaparecen y los nuestros, los que muchas veces caminan y cantan la marcha al lado nuestro o nos convocan para sacarse una foto durante la campaña, están muy ocupados en descubrir la cuadratura del círculo como para sentarse a ver una obra de teatro nacional o ver un programa de tele que se les filtró (últimamente están más atentos y no se filtra nada). Mientras, los funcionarios, solo atienden amigos o productoras amigas.
¿Y saben? Con esto termino. No tienen dimensión de la herramienta que nos estamos perdiendo, mientras “ellos” siguen idiotizando a nuestro pueblo con la chatura, la mediocridad y la estupidez de contenidos (Cantando o Bailando por un sueño), muchas veces bien envasados con lucidas producciones (puro fuegos artificiales), que también celebramos nosotros. Aclaro, sin embargo, que lo primero que tiene que ser todo espectáculo es entretenido, divertido (en el mejor de los sentidos) e inteligente.
Podríamos estar produciendo enorme cantidad de espectáculos cargados de contenidos ideológicos (no panfletos políticos) Cantidades de películas para la gente y no para figurar en festivales internacionales y que solo “disfrutan” una sarta de pajeros intelectuales. Cantidades de contenidos televisivos y radiales con concepción nacional y popular. Pero no, preferimos los que nos dan lustre, chapa y son políticamente correctos.
Cierre: Me disculpo si pude ser ofensivo, no es mi intención. ¿Resentido? Sí, como alguna vez le escuché decir a Leonardo Favio: “sí, soy resentido” Cuando hablo de estas cosas que duelen “vuelvo a sentir”; resiento y duele más. Solo intento invitar a los compañeros a pensar, a reflexionar y celebro, congratulo y festejo al compañero que muestra su inquietud por la cuestión cultural y que me permitió expresar alguna de estas cuestiones -discutibles y opinables- y comenzar el debate.
Creo, ya desde hace mucho, que el candidato que hará diferencia en el futuro inmediato será el que ubique la cuestión y la gestión en el cambio de paradigmas culturales en la Patria y para eso son absolutamente necesarias e imprescindibles las maravillosas herramientas que brinda el hecho artístico.
Nada más. Gracias por llegar hasta aquí.
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